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Bizcochos marroquíes

  • Foto del escritor: Beatriz
    Beatriz
  • 22 oct 2019
  • 4 Min. de lectura

Aunque el nombre pueda dar lugar a confusión, no me he ido a Marruecos (y no por falta de ganas), si no a uno de los pueblos más bonitos de la provincia de Sevilla según el Diario de Sevilla -y que resulta ser el mío-, Écija.


Estos bizcochos, cuyo origen se remonta a mediados del siglo XVII, forman parte de los innumerables dulces de conventoque se elaboran a lo largo de la geografía española. Más concretamente, en el Convento de la Santísima Trinidad (también conocido como Convento de las Marroquíes) al que estoy muy unida desde mi nacimiento. Y es que mi nombre, Beatriz, se lo debo a las monjas de la orden de las Concepcionistas que habitaban allí en el año de 1990. Pero también, muchos de mis recuerdos de infancia, especialmente domingos y días especiales, en los que íbamos al convento para comprar una caja de bizcochos a través del torno.


Fachada del Convento de las Marroquíes de Écija

A simple vista, podría parecer un bizcocho genovés como otro cualquiera, pero entre sus humildes ingredientes - azúcar, huevo, flor de harina, figura uno difícil de encontrar: la bendición de Dios. El mayor secreto de estos bizcochos reside, pues, en el amor y en la delicadeza de las manos de las monjas que los elaboran, lo que ha hecho posible que aún hoy sigan existiendo. El origen de estos bizcochos es un misterio, aunque son dos las teorías que se barajan al respecto.

Una de ellas es que las hijas de D. Cristóbal Marroquí, fundadoras del convento, recibieron la receta a través de su abuelo cuando éste combatió en la reconquista de Granada. Gran aficionado al dulce, cuando la ciudad fue tomada por las tropas cristianas, Marroquí fue a visitar los obradores árabes especializados en repostería para obtener las recetas de los maestros en la materia, entre las cuáles se encuentra la de estos los bizcochos.


     La otra versión, más extendida, es que la Virgen se apareció ante la marquesa de Valdetorres, encomendándole que dedicase su vida a la oración y culto en un convento donde apareciese su imagen. Así, la Marquesa se dedicó a recorrer los conventos de monjas hasta llegar a Écija, donde visitó todos los conventos (que no son pocos) sin mucho éxito. Sin embargo, cuando estaba a punto de irse del convento de la Santísima Trinidad, reconoció en una pequeña Virgen del Noviciado la misma imagen de su visión, por lo que decidió ingresar como Sor Mónica de Jesús en el convento junto a sus doncellas y enseñar, entre otras recetas, la de estos bizcochos.


Sea como fuere, la receta se ha guardado en el Convento de las Marroquíes bajo secreto de clausura. En el año 1943, la receta se compartió con otro de los conventos de Écija, el de Santa Florentina, en el que se han elaborado desde entonces, aunque solo para consumo propio. Así pues, cuando en 2014 la falta de provocó el cierre del Convento de las Marroquíes, se temió lo peor: la desaparición de este emblemático dulce. Sin embargo, la última de las monjas de la orden, decidió compartir la receta con sus hermanas de la localidad de Osuna, a la que también se trasladaron los antiguos hornos. Desde entonces, y tras muchas pruebas para conseguir reproducir lo más fielmente la receta original, los bizcochos se elaboran y venden tanto en el Convento de Santa Florentina de Écija, como en el Convento de la Concepción de Osuna.


Bizcochos Marroquíes: de Écija (izquierda) y de Osuna (derecha)

En los últimos años los he probado por separado en varias ocasiones, pero hasta esta semana no se me había ocurrido ir a comprarlos a ambos conventos, para poder compararlos y determinar cuál de ellos se acerca más a mis recuerdos de infancia. A este respecto, tengo que señalar que el formato de presentación, en caja de cartón con las letras en azul, es bastante parecido y recuerda al original, aunque algo más en el caso de los de Osuna. También el tipo de envoltorio, individual, en un tipo de papel algo traslúcido cuyo nombre desconozco, pero que denota el cariño y la artesanía de ambos bizcochos.


    En el caso de los bizcochos de Osuna, al igual que ocurría en Écija, el Convento vende exclusivamente los bizcochos marroquíes en diferentes formatos: caja pequeña, caja mediana, caja grande y tartas de bizcocho. La diferencia reside en el torno, que se sustituye por una celosía, con lo que se pierde el encanto de la clausura ya que es posible ver a las hermanas que te lo venden. El aspecto es bastante similar al original, aunque de color mucho más claro lo que hace pensar que emplean meno proporción de yemas; también el grosor es algo inferior, lo que puede deberse al uso de moldes más grandes o menor cantidad de masa en los mismos. La textura, aunque se funde en la boca, no es tan esponjosa como debería; tampoco el sabor tan intenso, y la fina capa de crema que había entre el bizcocho y el glaseado, ya no se aprecia.


     En el caso de los bizcochos de Écija, la oferta de dulcería conventual es mucho más amplia, con bizcochitos de coco, bollitos de San Martín, bizcochos de Almendra, empanadillas, mantecados, magdalenas, roscos de anís/vino, rosquillas, tortitas de almendra, de polvorón, de ajonjolí (éstas tengo que probarlas), trufas y yemas…y aunque el torno aún se conserva, ya no se utiliza. Tanta diversidad parece que influye en el resultado final de los bizcochos, que deja mucho que desear. A simple vista, ya el glaseado -que parece como agrietado-, hace pensar que no se trata del mismo dulce. El color se acerca mucho más al amarillo huevo del original, pero la textura no tiene nada que ver, pues no es más que un bizcocho vulgaris,más aireado, pero que, en lugar de fundirse en la boca, se hace bola. El sabor resulta muy plano, casi inexistente.

Así, mi recomendación es la de optar por los bizcochos de Osuna, que se pueden adquirir allí en el convento, o bien a través de la página https://www.hechoenandalucia.netque los envía a cualquier parte de España (e incluso al extranjero) con acumuladores de frío, ya que éstos han de conservarse en refrigeración -también admiten congelación-, y probar alguno de los otros dulces del convento de Écija, ya sea a vuestro paso por allí, o en las ferias dedicadas a los Dulces de Conventos de Clausura que tienen lugar en la provincia de Sevilla (especialmente en el mes de diciembre).


Con esto y un bizcocho (marroquí, por supuesto), me despido hasta la próxima entrada.

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